Es decir: está la vida en familia, la vida con los amigos, la vida en pareja, la vida laboral...
Ya sabéis: es como pasar la tarde del domingo entre amigos, inmortalizando todos y cada uno de los momentos, guardando bien dentro cada risa y cada broma, y recordarlo mientras vuelves a casa, ya de noche, y mojándote porque está lloviendo, pero, qué más da, si acabas de pasar una tarde de la hostia, si te has olvidado de todas tus mierdas, de todas tus heridas y de tus cicatrices, y la lluvia es sólo un accidente que hace que lo veas todo más romántico si cabe. Y después sabes que al día siguiente cada uno volverá a su rutina, a su día a día, que cada uno seguirá con sus vidas paralelas sin remedio, deseando que llegue el fin de semana para volver al principio.
Que mientras estás maquillándote para salir de casa otro está en el metro, al mismo tiempo que suena el despertador de otro, y así. Y no puedes evitar preguntarte qué estarán haciendo en ese momento, si se les pasa por la cabeza lo mismo que a ti, si también se lo están preguntando en ese preciso instante.
Y entonces estás deseando que sea viernes, pasan los días, las semanas, los meses, los años, y pasa la vida. Y te pasas la vida deseando aquello que tan lento llega y tan rápido se va.
Sólo quiero una bonita rutina, una rutina compartida.
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