He cruzado una vez más aquel puente suicida.
Todo ha ocurrido de forma inesperada, y cuando quise darme cuenta mis pies caminaban en esa dirección. En la dirección.
No ha sido la primera vez, y seguramente tampoco la última. Crucé siguiendo las huellas que un día dibujé a mi paso y que ahora parecían totalmente ajenas a mí. Todo ha cambiado tanto, tan rápido.
Apenas queda rastro de todo aquello que reímos y lloramos, algunos recuerdos los borró la lluvia, el tiempo, o quizá simplemente quedaron ocultos bajo las hojas de este otoño que acecha y lo vuelve todo más nostálgico. La tarde tenía sabor a domingo, con regustillo de echar de menos,
360º inesperados me han hecho llegar hasta aquí casi sin saberlo.
Mis anhelos, mis deseos y mis sueños, se han perdido hasta tal punto de preguntarme a mí misma cuáles son.
Mientras caminaba en la dirección marcada por flechas, que tantas veces había recorrido me han venido recuerdos. Recuerdos de aquel año casi perfecto, del que me atrevería a afirmar que fue uno de los mejores de mi vida.
Esos quince años llenos de inocencia y experiencia, repletos de ganas de descubrir la vida en grupo...
Aquel año cuya banda sonora fue sin duda "vivir sin aire" de Maná, aquel año que ahora encuentro tan lejano.
Fue una rutina compuesta de cambios de sitio en matemáticas, donde me sonrojaba al sentarme al lado del ligón de la clase, que acabó siendo un buen amigo que a día de hoy se podría decir que consevo, tertulias con los chicos que me daban consejos cual hermana pequeña, miradas furtivas en los cambios de clase, llantos reprimidos en los baños, insultos escritos en las puertas de los mismos, bailes en educación física, chuletas de declinaciones en latín,
Aún me viene ese aroma a adolescencia despreocupada, rutina celestial, a ese último año de experiencias, cotilleos, amistades y demás.
Fue un año de cuerdas de guitarra, acordes sin cejilla y canciones a medias. Miles de conversaciones que aún todavía recuerdo, palabras que vienen a mi memoria como si hubiesen sido pronunciadas hace a penas cinco minutos. Después una despedida, a nuestra manera pero divertida, caminos por separado, nuevas rutinas, nuevas expectativas ... vida.
Al volver, el camino, al igual que los recuerdos, pesa.
Lo ves lejano, borroso quizá por los ojos bañados en lágrimas vacías.
Cruzas el puente suicida, donde diste las últimas caladas por las que ahora matarías, irónicamente, si no te matan ellas a largo plazo.
Necesitaba volver. Sentir esa energía inexplicable que rondaba por esas aceras y que había hecho mía, que había compartido, y los que han estado lo saben, es el lugar donde escapar cuando escapas de todo.
Todo eso me ha hecho decirme a mí misma :"Eh, ¿ya no recuerdas quién fuiste? Bien. abraza ese recuerdo, porque es quien eres".
Crecer no siempre es fácil, crecer, muchas veces duele, y ese impulso irrefrenable de querer volver a esos días, es el deseo de algo que sabes que es imposible, la añoranza de querer hacer las cosas mejor, de apartar la ingenuidad, y aprovechar el tiempo.
Al final del camino, sopla brisa fresca, me despeja, me enfría para poder decirme : "Eh, lo más bonito de la vida, es vivirla, y es vivirla a mi manera. ( Aunque suene egoísta, qué coño, sabes que lo es, pero te lo mereces)"
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