martes, 14 de octubre de 2014

Sigues siendo la razón de mis ojeras.

Vuelve esa sensación, esa sensación que te encierra en un bucle de pensamientos, de sentimientos, esa sensación que se repite cada cierto tiempo, que nunca desaparece del todo, y que me obliga a pensarte cada día, en contra de mi voluntad consciente. Sentir que no sabes qué pasa por tu vida, ni qué pasa por tu cabeza. No saber quién eres, pero sí qué crees que quieres. No saber nada con certeza y querer saberlo todo con la prisa de la aguja que marca los segundos en un reloj antiguo.
Ir a contracorriente en contra de ti mismo, en contra de lo correcto, y destruyéndote poco a poco. La autodestrucción sabe a esperanza amarga, sólo que por lo general, el sabor amargo gana.
Es como... como intentar obligarte a ti mismo a decir adiós a algo que no quieres dejar ir, como renunciar a aquello que aprecias, es prácticamente imposible, porque sabes que es lo que se supone que debes hacer, pero no lo que quieres. Es algo que crece en tu estómago arañándote las entrañas, haciéndote sangrar por dentro, dejando llagas que tardan demasiado tiempo en curarse, heridas que se convierten en cicatriz. Si volvieses, dejaría de llorar, te perdonaría una y mil veces y me odio por ello. Es tan injusto que una sonrisa tuya cambie completamente mi mundo, mi estado de ánimo, mi forma de ver las cosas, mi forma de tomarme la vida, mis ganas de reír, mis ganas de querer, mis ganas de quererte. Es tan jodidamente irónico que una sonrisa tuya sea la razón por la que dejaría de lamentarme a oscuras, dejaría de abrazar la almohada con rabia, y dejaría de soltar esos gritos y sollozos ahogados entre lágrimas cada vez más secas. El saber que has vuelto, que estás ahí, que no estoy sola, que me apoyas, que no importa que todo sea una mierda, que estás conmigo, que no soy tonta, que somos tontos, que sólo somos dos almas que vagaban perdidas y se encontraron por casualidad en un vagón de metro, que no se atrevían a acercarse, que finalmente entablaron conversación.
Que lo corriente se convirtió en extraordinario porque eras tú, porque eras tú conmigo, haciéndome reír, animándome, devolviéndome las ganas, a secas. Que quizá no tenía nada de especial, que quizá no fuimos nada catalogado sentimentalmente, que para mí si era especial, que para mi si eramos algo por cómo me sentía.
Que me duele, me duele que todo haya acabado así, me duele que seas mi cuenta pendiente, porque eres mucho más. Me duele sentir que esto no ha terminado, me destroza, me crea falsas esperanzas y de alguna forma u otra una parte de mi sigue esperando que un día aparezcas de nuevo. El problema es que estoy cansada de esperar, y aún así no paro, no desisto, mi pecho sigue latiendo alimentándose de ilusiones que a penas sé de dónde salen.
Últimamente te pienso demasiado, con y sin alcohol de por medio, sigues siendo la razón de mis ojeras, aunque ahora por motivos distintos.

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