No sé si por ti daría todo, pero estoy segura de que daría más de lo que puedo dar.
Aún no entiendo cómo siendo dos extraños que viven ajenos el uno al otro te pienso tanto.
Tú te paseas varias veces al día por mi cabeza, y pondría mi mano al fuego asegurando que yo no aparezco por la tuya más de dos veces al año, y no me quemaría.
Las cosas no han cambiado tanto: cierro los ojos y te veo, y en la distancia, te siento. Aún te cuelas en mis pesadillas. Y digo pesadillas, porque a pesar de que sean sueños, cuando despierto no son más que pesadillas que me recuerdan lo imposibles que somos. Todo sigue igual.
Siempre me gustaste, desde niños, lo que pasa es que no lo sabía, e intentaba convencerme a mí misma de que te odiaba. Eras un chulo que se metía conmigo y hacía que los demás me dieran de lado por ser la única chica. En las guerras de globos de agua siempre ibas a por mí primero, y casualmente los balones siempre iban a parar donde yo estaba. Pero una vez, estábamos jugando al escondite, todos se habían escondido y a mi se me acababa el tiempo, y de repente una mano me agarró invitándome a entrar en aquel armario. Y sólo necesité dos minutos en un armario a oscuras para enamorarme de ti. Teníamos doce años. Empecé a ponerme nerviosa cada vez que iba a vertee, y los tonteos disfrazados de juegos de niños se convirtieron en rutina. A los catorce años yo no podía estar más hechizada contigo. Nos veíamos pocas veces al año,y eso me bastaba. Me agregaste a tuenti, hablábamos a menudo, y empezaste a tontear con mis amigas. Las agregabas y hablabas con ellas, y yo no decía nada porque, aunque me dolía, eso me hacía sentirme cerca de ti. Empezaste a salir con tu novia, y yo también me eché novio, y llegó uno de esos días del año en el que teníamos que vernos. Yo sabía que tenías novia, y que yo tenía novio, pero empezaste a meterte con él intentando ponerme celosa, las guerras de almohadas, las miradas furtivas... ese mismo domingo dejé a mi novio.
No podía creerlo, cómo podía ser tan tonta. cómo te habías reído de mi... pero seguía teniendo esperanzas. Pasaron cuatro años, te convertiste en anécdota pero aún dolías. En cuatro años es posible que nos viésemos dos o tres veces, quién sabe, yo seguía pensando en ti. Sabía que estabas con esa chica, pero hace poco todo cambió. Cuatro años con esa chica y bum. Tuve que esconderme detrás de la puerta y contener la respiración cuando escuché la noticia. Me alegraba. No sólo por mí, sino por ti, porque te mereces ser joven.
Para nada me esperaba que llamases a mi puerta este 25 de diciembre. Joder, cuanto tiempo sin ver esos ojos. Tú también lo notaste, lo sé. Estaban todos, y yo fingía tranquilidad, pero tus miradas desde el fondo de la mesa me lo ponían aún más difícil. Y ya está. Dos minutos contigo en la misma estancia hicieron falta para que volviese a soñar contigo. Siempre apareces en mis sueños sin sentido alguno, y cuando me despierto, vuelvo a sentirme como aquella cría de catorce años.
Y en noches como esta, me vuelvo como una yonki en busca de su dosis y no paro hasta encontrar papel y boli y vomitarte de mis pensamientos. No me preocupa, sólo te pienso a ratos, al fin y al cabo no somos más que eso, dos imposibles ajenos el uno al otro. Pero ¿sabes? No sé si vuelvo a tener esperanza o realmente creo en el destino, pero sé que algún día resolveré esto.
Sólo necesitaré dos minutos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario