No sé cómo empezar, ni sé cómo empezó.
Nos perdimos una noche por el centro de Madrid ; hay callejones que irradian poesía en cada rincón.
Paseamos por los bares con un par de cervezas de más y música indie como banda sonora.
Miedos burbujeantes en el centro de mi estómago y las pupilas dilatadas por el alcohol.
Ibamos cerrando los bares pero la noche nos abría camino.
Hubo beso, como si de una comedia romántica se tratase, yo intenté buscar palabras bonitas para adornar mis sentimientos, pero la risa se apoderaba del momento.
El misterio que envolvía todo aquello lo hacía aún más excitante. Siempre me atren las mentes brillantes, el problema es que todas son a su vez perversas.
Hicimos un pacto de noctámbulos y soñadores, y acabamos en un cementerio de deseos perdidos y promesas rotas.
Amar intensamente nos salió mal, porque todas las flores por muy hermosas que sean se marchitan.
E intensamente acechan los recuerdos, que son eternos, pero no por ello duelen menos. Llorar nos hace más humanos, siempre llego a la misma conclusión. Me besaste el alma, cosas de la vida.
Y aquí estamos, como si la noche nos hiciese poetas por escribir cuatro versos ahogados, como si lo mío doliese más por garabatear un par de hojas sueltas.
No sé, puede que no esté acostumbrada a perder(te).
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