miércoles, 27 de mayo de 2015

Mentes brillantes pero perversas.

No sé cómo empezar, ni sé cómo empezó.
Nos perdimos una noche por el centro de Madrid ; hay callejones que irradian poesía en cada rincón.
Paseamos por los bares con un par de cervezas de más y música indie como banda sonora.
Miedos burbujeantes en el centro de mi estómago y las pupilas dilatadas por el alcohol.
Ibamos cerrando los bares pero la noche nos abría camino.
Hubo beso, como si de una comedia romántica se tratase, yo intenté buscar palabras bonitas para adornar mis sentimientos, pero la risa se apoderaba del momento.
El misterio que envolvía todo aquello lo hacía aún más excitante. Siempre me atren las mentes brillantes, el problema es que todas son a su vez perversas.
Hicimos un pacto de noctámbulos y soñadores, y acabamos en un cementerio de deseos perdidos y promesas rotas.
Amar intensamente nos salió mal, porque todas las flores por muy hermosas que sean se marchitan.
E intensamente acechan los recuerdos, que son eternos, pero no por ello duelen menos. Llorar nos hace más humanos, siempre llego a la misma conclusión. Me besaste el alma, cosas de la vida.
Y aquí estamos, como si la noche nos hiciese poetas por escribir cuatro versos ahogados, como si lo mío doliese más por garabatear un par de hojas sueltas.
No sé, puede que no esté acostumbrada a perder(te).

jueves, 7 de mayo de 2015

Espías de sus propias vidas.

Hubo un tiempo en el que te convertiste en espía. 
No solo mirabas, veías. Eras capaz de coleccionar momentos que pasaban por alto en vidas ajenas.
A veces parecía que formabas parte de ellos. Sólo era una ilusión.
Durante ese tiempo te alimentaste de ilusiones, quisiste creer que eras feliz.
Empezaste a anotarlo todo, y lo que parecían garabatos acabaron convirtiéndose en sueños incumplidos, corazones rotos y problemas no resueltos. Jamás entendí qué atractivo había en todo aquello, al menos hasta el día en que me invitaste a entrar en tu pequeño mundo de ilusiones e imposibles. Seguía sin entenderlo pero, joder, no quería salir de él. Fuimos cómplices de historias y deseos, desengaños y recuerdos que flotaban en tazas de café de una vajilla vieja e incompleta. Dejamos de ser espías, y casi sin darnos cuenta nos convertimos en protagonistas. 
Todo aquello era tan nuevo para nosotros que no supimos cómo hacerlo. Hay cosas que asusta ver, y sentir. Y yo veía tu alma al mirarte a los ojos. No necesitábamos apenas palabras. Y entonces ocurrió. Lo supiste con sólo mirarme, lo supiste escuchándome latir pero no fue suficiente, quise gritarlo: "Te quiero". Como si al decirlo en voz alta fuese más real. Y la realidad me dio una hostia enorme. No hizo falta nada más que la ausencia de tus ojos posados sobre los míos, sé que puede sonar cursi viniendo de una espía, pero no encontraría palabras más superlativas para describir ese momento. Cómo al girar la cabeza te vi huyendo de un corazón a medio latir.
Esa tarde cogí el metro rota y cabizbaja, con la esperanza de llegar a "Olvido", pero esa estación no estaba en ninguna línea. 
Y luego botellas y colillas de cigarro y todas esas cosas que hacen que dejes de parecer una espía sexy. Pero qué más da, ya no quería ser espía, en cualquier caso era muy impaciente, esa no era mi función. Estuve flotando entre poemas, canciones y películas ochenteras hasta que se activó una alarma. Un chute de adrenalina para mi cuerpo.
Tuve miedo de volver a perderme y perderte, miedo de perdernos a nosotros. Más que eso, estaba acojonada, pero la excitación que me producía todo aquello lo compensaba. 
En fin, allí estaba yo, de vuelta al punto de partida, con los pies clavados en el suelo y las entrañas como un flan.
"No quise irme. No quise dejarte ir. No así"
Lo único que se me pasó por la cabeza fue que me cortaría un dedo si me lo pidiese. Estúpida y morbosa aspirante a protagonista...
"Yo soy más feliz cuando tu me miras" es todo lo que conseguí decir.
Y no hizo falta decir más.