Te estoy viviendo. Te he experimentado y he jugado y ahora te siento. Es un sentimiento casi palpable y me entran ganas de huir porque no espero nada de nadie y no espero nada de ti.
Aún así me gusta hablar de todo y de nada, escuchar nuestras respiraciones acelerándose con cada caricia y tocarte el pelo después de follar. Tengo tu olor incrustado en la piel. No sé ponerle nombre a eso. Ni me importa. Ni me importas. Ni me importo.
No quiero pensar, quiero seguir viviéndote.
Me rompen el corazón una media de cinco veces por semana y he aprendido a reconstruirlo con agilidad. Lo único que me asusta es no entenderme.
No sé, es mi forma de mirarte, ojalá te vieras con mis ojos.